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Riesgos del PE26

En 2026, el Paquete Económico (PE26) se presenta en un entorno internacional desafiante. La economía mundial se ha moderado, limitada por tensiones comerciales y conflictos geopolíticos. En Estados Unidos, la actividad perdió dinamismo afectada por nuevas medidas arancelarias. En paralelo, la inflación global comenzó a descender, aunque persisten presiones en servicios y alimentos, señalan Gerónimo Ugarte Bedwell, economista en Jefe y Luis Fernando Campos, economista en Valmex Casa de Bolsa.
Manifiestan que pese al marco optimista, los riesgos del PE26 son significativos; a nivel externo, persisten tensiones comerciales y choques geopolíticos, además de fenómenos climáticos que pueden alterar precios y cadenas de suministro.
En México, la debilidad de la inversión privada no residencial, las presiones inflacionarias en servicios y la fragilidad financiera de Pemex y CFE continúan siendo focos de vulnerabilidad.
Consideran que si bien la disciplina fiscal y la estabilidad de la deuda ofrecen un colchón de confianza, la ejecución de proyectos estratégicos y la capacidad para enfrentar choques externos serán determinantes para que 2026 logre convertirse en un año de mayor estabilidad y crecimiento.
Agregan que en el ámbito interno, México mantuvo un desempeño resiliente frente a la incertidumbre externa. En la primera mitad de 2025, el PIB creció 0.9 por ciento, sostenido por un consumo privado firme gracias al aumento en la masa salarial y el apoyo de programas sociales, pero la inversión fija tuvo un retroceso.
Por otro lado, la inversión extranjera directa alcanzó un nivel histórico y el peso se apreció más de 10 por ciento frente al dólar. La inflación promedió se ubicó en 3.9 por ciento entre enero y julio, lo que permitió a Banco de México iniciar un ciclo de recortes en la tasa de interés.
Con este punto de partida, el Paquete Económico 2026 busca conciliar dos objetivos: preservar la estabilidad macroeconómica y la consolidación fiscal. El gobierno estima un crecimiento de entre 1.8 por ciento y 2.8 por ciento, apoyado en un consumo interno dinámico y en proyectos de infraestructura, energía, ciencia y tecnología. Entre los más relevantes se encuentran la industria de semiconductores y la producción del vehículo eléctrico nacional Olinia.
El déficit público se proyecta en 4.1 por ciento del PIB, con un balance primario positivo y deuda estable en 52.3 por ciento del PIB. Se prevé que los ingresos alcancen 22.5 por ciento del PIB, respaldados en mayor eficiencia recaudatoria y combate a la evasión. Aunque no se contemplan nuevos impuestos generales, sí se introducen ajustes focalizados, como mayores gravámenes a bebidas azucaradas, tabaco, además de cambios para plataformas digitales y fintech.
Se anticipa que el gasto neto total se ubique en 26.1 por ciento del PIB. En el plano social, se garantiza la continuidad de los programas de bienestar que hoy benefician a 32 millones de familias, además de la puesta en marcha de nuevos programas sociales. También se impulsa el modelo República Sana en salud y se fortalecen las políticas de vivienda para sectores vulnerables.
En infraestructura se contempla la expansión ferroviaria (México–Querétaro, AIFA–Pachuca y Saltillo–Nuevo Laredo), la modernización de puertos, carreteras y la red eléctrica, junto con un plan de largo plazo para Pemex.
En 2026, la empresa recibirá una inversión superior a 247 mil millones de pesos y se proyecta que aporte un superávit a las finanzas públicas. Además, como parte del Plan Estratégico 2025–2035, se mantiene su régimen fiscal especial y la meta de alcanzar una producción de 1.8 millones de barriles diarios. Estos apoyos buscan consolidar a Pemex como eje energético, aunque siguen representando riesgos para la sostenibilidad fiscal.