Columna En Concreto
Dos años de expectativas
Joel Hernández Santiago
Hace dos años tomó posesión como presidente de México Andrés Manuel López Obrador. Había luchado por llegar a la presidencia por años, casi dos décadas. Entre movilizaciones sociales; participación en elecciones para él fallidas; fortalecimiento o creación de partidos políticos…
… Marchas locales y nacionales; bloqueos de instalaciones; paros; recriminaciones a los gobiernos que no querían soltar el poder; entre chanchullos que acusaba que le hicieron y maniobras que le impedían llegar al gobierno supremo hasta el que favoreció –-con su mal gobierno priista– todo hasta que accedió al ambicionado cargo público y así ‘para cambiar las cosas’, dijo.
El primero de julio de 2018 las cifras oficiales marcaron que de los 56.6millones de personas que votaron ese día, el 53.19% lo hicieron por AMLO, y su coalición “Juntos haremos historia”; o sea 30.11 millones de mexicanos le otorgaron el poder para gobernar en favor de todos los mexicanos.
Salió exultante ese día para hablar a los mexicanos, a prometerles que los compromisos de campaña serían cumplidos y que ahora las cosas serían distintas y que él sería “el mejor presidente de México” que hubiera existido…
Para agosto ya estaba instalado en el gobierno; como presidente ganador de las elecciones; Enrique Peña Nieto prácticamente dejó los bártulos en sus manos y desapareció del ámbito político y Ejecutivo; días después el Instituto Nacional Electoral (INE) le entregaría su constancia de mayoría en la que quedaba asentado su triunfo.
Para el primero de diciembre ya estaba echada a andar la maquinaria de gobierno; ya había tomado decisiones de gobierno; ya había conformado a prácticamente todo su gabinete; ya había recuperado el discurso y aquella promesa de que el Ejército mexicano regresaría a los cuarteles para dejar de hacer tareas de policía dejaría de ser cumplida porque desde entonces fortaleció y depositó su confianza en la lealtad de las Fuerzas Armadas de México.
Y comenzó a gobernar y a establecer las reglas del juego de lo que sería la 4T. Y comenzó a tomar medidas, al principio novedosas, pero con la expectativa de que serían para cimentar a su gobierno y los cambios prometidos.
Entre agosto a diciembre tuvo confrontaciones con los empresarios; les acusó de haber medrado con el capital y abusado del poder político en turno; que habían empobrecido al país en favor de su propio enriquecimiento y tanto más. Comenzaron a surgir inconformidades pero también silencios expectantes toda vez que no se sabía por dónde irían las cosas en adelante.
Tres proyectos magnos son su meta histórica. Además, la distribución de recursos directos era su consigna; ya no intermediarios; ya no se medraría con el recurso público, dijo, y que su gobierno sería benévolo con los más pobres. Creo un sistema de distribución de recursos para jóvenes sin empleo y para las personas de la tercera edad…
Comenzó a desmontar a la administración pública que servía a los intereses “de los de antes” y bajo reglas de “neoliberalismo”: “Ya no somos iguales”, decía. “Antes se hacía esto; ya no será así”. Y prometió un gobierno de austeridad. Para los primeros meses del 19 comenzó con un proceso de despidos de personal de gobierno “los empleados de confianza” y “honorarios”…
Lo positivo de su llegada y aun hoy, es que despertó la conciencia popular de sentirse parte de un poder; ya no seres inexistentes, sí elemento importante de sus fines y sus metas de gobierno.
Pero, a inicios de 2020 el INEGI anunció el producto interior bruto (PIB)- de México en 2019 ha caído un 0,1% respecto al año anterior, lo que mostraba una crisis económica y financiera muy compleja para el país. Los augurios internos y externos decían que esta caída era histórica.
El crimen organizado confrontó aún más; las muertes dolosas crecían; los feminicidios también. Del exterior llegaban noticias de que habían caído las inversiones extranjeras para México; los empresarios mexicanos –siempre volubles e interesados- un día se sentaban a dialogar y aplaudían y otro eran recibidos con coscorrones, y aplaudían… Bajaron las inversiones nacionales.
Vino la Pandemia y para marzo 2020 todo se detuvo; la vista estaba puesta en el fenómeno mundial que ya afectaba a México. Se acusa que hubo una muy mala gestión en Salud para contener los contagios y evitar muertes al por mayor. Al momento ya hay más de cien mil fallecidos por contagio, los hospitales son insuficientes, los médicos y asistentes hacen mucho, pero el problema los rebasa y muchos de ellos han perdido la vida…
Y tanto más… ¿Cuál es el panorama social? Desolador. ¿Cuál es el panorama político? El que se marca desde la Presidencia del país. Hay confrontación social estimulada. Y aunque hay advertencias de crisis por todos lados, el informe de gobierno a los dos años es de triunfalismo. Y no tiene por qué no ser así. Es propio de todo gobierno anunciarse victorioso.
Faltan cuatro años más. Para muchos más la esperanza en que se retome el camino, que se gobierne para todos sin estimular confrontaciones ni odios ni rencores sociales; que se fortalezca la economía en base a procesos productivos y que la distribución de la riqueza nacional alcance a esos todos…
Faltan cuatro años… ¿Qué sigue?… Nadie lo sabe aún, pero si se quiere a un gobierno justo, democrático, leal y en base a leyes asimismo justas e igualitarias; con libertad de expresión garantizada… Y tanto más.
Ni odios ni rencores; ni mentiras ni venganzas. Un gobierno de izquierda y no simulada. El que todavía tiene tiempo para llegar a ser ese “mejor gobierno de la historia mexicana”. ¿Será?
joelhsantiago@gmail.com