Columna En Concreto
Cannabis, libre y sin fianza.
Joel Hernández Santiago
Todavía no hace mucho eso de que alguien consumiera marihuana en privado o en público era visto como “¡anatema sea!”. A ese o al otro se le acusaba de “mariguano” si se le sabía que fumaba su porro y caminaba por ahí como si nada… –“No te metas con ese, es un mariguano”-, se decía y se cruzaba la acera. O al menos así ocurría hace tiempo…
O algunos jóvenes de distintos estratos tienen sus fiestas y llevan su carrujito para compartir entre sus amigos que se reunían en el patio de la casa para darle vuelo a la hilacha. Al olor del humo, las quejas de los vecinos llegaban enseguida y hasta se llamaba a la patrulla…
Aunque, de un tiempo a esta parte, como que ya había cierta holgura, como que unos fumaban y otros hacían la vista gorda, de todos modos no había problema… “cada quien muere de su accidente”, decían al paso… Y así cada vez más.
El problema no era tan sólo el consumo de marihuana a hurtadillas entre aquellos que la acostumbran. El problema es que detrás de cada ‘porrito’ hay un grave conflicto de seguridad, de criminalidad, de violencia, de daños en personas y de patrimonio.
Es un mercado cada vez más lucrativo para muchos, pero también cada vez más salvaje en sus resultados porque ya se sabe, que lo prohibido hace que surja el mercado obscuro.
Parte de los campos de cultivo en México se han dedicado a la siembra del producto. Muchos de forma oculta, otros no tanto por complicidad con autoridades o bien por el ejercicio de la violencia de los grupos que controlan los territorios haciendo complicidades de grado o por fuerza con propietarios de la tierra.
Esto en un país que cuenta con una superficie de 196 millones de hectáreas y el 51% son de núcleos agrarios. Según datos de la Procuraduría Agraria se tienen registrados 31,785 núcleos, de los cuales 29,442 son ejidos y 2,343 son comunidades. En muchos de sus espacios se ha sembrado la marihuana, pero también se siembran otro tipo de estupefacientes que están prohibidos y que, aun así se producen y se comercian y se exportan de forma ilegal.
Según un informe de la Secretaría de Salud, el consumo de la marihuana en México ha ido en aumento de forma significativa en los años recientes. Esto es, si antes casi la totalidad del producto se exportaba, ahora por razones de estrategia y mercado de quienes la producen y comercian, la ubican en el territorio mexicano, toda vez que el trasladarla a otros países les resulta más complicado, peligroso y muchas veces criminal.
También hay núcleos de producción para consumo, que lo hacen para uso personal y para compartir a los cercanos sin daño ajeno ni personal ni patrimonial: digamos que por el puro gusto.
Aun así, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) “la posesión simple de narcóticos, principalmente de marihuana, es el cuarto delito del fuero común por el que más personas son privadas de la libertad en nuestro país.”
Mucha gente ha estado encerrada por habérsele encontrado en posesión de marihuana, por mínima autorizada que fuera, aunque también se sabe que en muchos casos esa ‘posesión’ “fue sembrada” para garantizar la detención…
Pero parece que todo esto terminará una vez que el Senado de la República aprobó el 19 de noviembre, con 82 votos a favor, 18 en contra y 7 abstenciones, el dictamen para despenalizar el uso lúdico o adulto de la marihuana. Que a partir del 15 de diciembre, si pasa en la Cámara de Diputados, las personas mayores de 18 años podrán cargar hasta 28 gramos de la yerba.
“Queda permitido a personas mayores de dieciocho años consumir cannabis psicoactivo”, señala el documento. Esto es: se amplía de 5 a 28 gramos la posesión para autoconsumo y no habrá sanción penal; de entre 28 y 200 gramos, se convierte en posesión simple y amerita sanciones administrativas o multas; de 201 gramos a 28 kilos, se le considera posesión para narcomenudeo y de 28 kilos en adelante, se considerará narcotráfico.”
Bajo ciertas reglas y registros, se autoriza la producción y comercialización. No obstante esto es precisamente la objeción del los distintos grupos de apoyo a esta despenalización. Que ‘se sigue penalizando el consumo pero no su producción y comercialización, lo que favorece a la empresa pero no al individuo’, dicen.
Como quiera que sea, la aprobación ya fue hecha en el Senado y muy seguramente lo será en la Cámara de Diputados. ¿Pero esto es la solución a la violencia criminal en México?
No tanto así. Para abatir esta criminalidad y su traslado a los Estados Unidos, el gobierno de ese país ha insistido en que México debería aprobar su consumo de forma holgada. Gobiernos estatales como el federal consideran que esto disminuirá la tasa de criminalidad en cada uno de los estados productores, como Guerrero…
¿La violencia criminal acabará con esta aprobación? Esta tiene distintas formas de presentación…
Con el paso de los días, una vez aprobada la regla de consumo y comercialización, veremos su impacto social, veremos si disminuye la criminalidad –como argumentaron los promotores de esta iniciativa- o si se abre paso al consumo de drogas aún más sofisticadas, impulsadas desde ese mercado negro que aún existe y nada más se le dará vuelta a la noria.
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