OPINIÓN
Expulsados, humillados y ofendidos.

El tema es que sí, son indignantes las redadas y la persecución que el gobierno del estadounidense republicano Donald J. Trump hace en contra de migrante latinos en aquel país, pero muy en particular en contra de mexicanos a los que les tiene animadversión y los quiere expulsar de aquel país a como dé lugar.
Y lo hace utilizando la provocación, la fuerza, la agresión y la humillación. Todo esto sí. Si y sí. Lo vemos con toda claridad desde México, y allá los mexicanos que sufren en sus propias carnes el agravio estos días aciagos para muchos de ellos. Todo esto lo sabemos, y nos duele y nos disgusta y nos indigna a todos los mexicanos de a pie, en México.
Con todo, al gobierno mexicano no se le cae de la boca la ‘defensa de la soberanía nacional’, ‘la defensa de nuestra personalidad como país libre y “democrático”; pero en su temor y debilidad poco o nada hace para defenderlos por la vía política y diplomática y, así, detener la afrenta de que son objeto allá.
Si en México ocurriera a la inversa y estadounidenses en México fueran amenazados, perseguidos y humillados, el gobierno estadounidense ya hubiera brincado como fiera para defenderlos.
Y lo dicho una y mil veces: los mexicanos que están en Estados Unidos se van de México porque quieren una vida mejor para sus hijos, para su familia, para cada uno de ellos mismos.
Pocas veces se van por gusto o por aventura. La mayoría de ellos salen del país para huir de la pobreza, de la falta de incentivos para solucionar el tema económico, para tener con qué comer, con qué educar a los hijos, con qué darles salud, casa, comida sustento y una vida digna.
Se van porque están hartos de promesas de gobierno incumplidas. Se van por la corrupción del gobierno federal, estatal y municipal. Se van el peligro y por la violencia incontenible.
Se van porque acá no consiguen trabajo a pesar de sus esfuerzos. Se van porque no tienen la calificación educativa para competir en un mundo de competencias, porque la educación pública en México es precaria, no por culpa de los maestros, sino de líderes magisteriales que priorizan sus canonjías a la educación en aula con niños que necesitan aprender.
Se van porque aquí no hay sistemas de salud eficientes y seguros que garanticen una buena calidad de vida a los mexicanos del campo, de la fábrica, de los servicios, de la economía informal cada día más creciente y estimulada aquí, para simular que hay empleo, aunque no se les brinden los servicios públicos necesarios.
Se van “porque en México todo es mentira” –dice uno de ellos en Los Angeles. Y porque los políticos velan por su interés propio, sus beneficios, su enriquecimiento, el poder y la permanencia de ese poder eternamente.
Se van porque no encuentran ayuda ni apoyo en quien debe apoyarlos desde el gobierno, ese gobierno (federal, estatal o municipal) que con mucha frecuencia rechinan de corrupción, de nepotismo, de simulación y de negligencia y resentimiento y venganza: de simpatías y antipatías.
No es asunto de hacer tabla rasa de la administración pública. Hay gente proba, digna, respetable, que asume su responsabilidad con ética y respeto a sus electores; con dignidad y calidad de acción en la función pública. Pero estos servidores públicos terminan por ser la excepción, no la regla.
Por eso se van millones de mexicanos; a buscar esa nueva vida, a buscar tranquilidad, trabajo, responsabilidad y dinero para satisfacer sus propias necesidades y las de su familia, allá mismo, o quienes se quedaron, de ahí las millonarias cantidades de remesas que llegan de forma frecuente a suplir con ellas los servicios comunitarios y particulares que debiera solucionar el gobierno…
Los gobiernos estatales que cuentan con millones de mexicanos allá, en Estados Unidos, poco o nada hacen en este momento para defender, cuidar, proteger, y estar en ley, a todos los mexicanos que salen de sus estados y que son, también responsabilidad de ellos…
Como es el caso del gobernador de Oaxaca, Salomón Jara Cruz, siempre atento a su imagen, siempre atento a quedar bien con el gobierno federal, pero desatento en su responsabilidad de gobierno con los oaxaqueños en su propia tierra y, en este momento, con los oaxaqueños que están en EUA. ¿Qué hace por contener la migración? ¿Qué hace en este momento por los oaxaqueños en tierra ajena que son ejemplo de “hard workers”?
El gobierno federal, que es el gran responsable no está haciendo nada por desarrollar y propiciar empleos dignos, gratificantes y productivos para esos millones de mexicanos que no tienen que andar navegando por otro lado teniendo su casa en su país y sus raíces, y el respeto que les debemos todos los mexicanos.
El gobierno mexicano exige respeto a los mexicanos allá. El mismo respeto que no les da acá.
El gobierno mexicano no tiene partidas presupuestales para todo ello. Y lo peor “si no hay para medicinas, menos lo hay para organizar la fuerza de trabajo millonaria que ahora genera riqueza en Estados Unidos” –dicho por ellos-.
Hay una gran culpa y responsabilidad del gobierno mexicano por lo que ocurre con los mexicanos en EUA. Pero también las hay porque en este mismo momento no hay políticas públicas orientadas a contener la migración y a recibir con dignidad a los que serán expulsados en los días siguientes. No exige respeto y dignidad para los mexicanos en EUA mediante argumentos sólidos, económicos, sociales, políticos, diplomáticos.
Hacerlo con estrategia, con solidez y con determinación. O pasará como las múltiples comisiones de legisladores y funcionarios mexicanos que van y vienen a Washington para negociar aranceles o gravámenes sin conseguir nada-nada-nada.