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Diplomacia: Las formas y el modo.

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De pronto no dábamos crédito. Parecía ‘a modo de mentira’, como se dice. Sin embargo en cosa de minutos se dispersó el contenido del documento oficial. Algunos pensaron que era falso y que de ninguna manera el gobierno mexicano podría emitir una respuesta de tal calado. No sería normal. Sería inaudito. Al paso de las horas esto se iba confirmando. Era cierto.

El antecedente es que el 10 de marzo, el Parlamento Europeo aprobó un documento en el que le pide al Gobierno mexicano que actúe de manera firme y contundente contra los ataques a la prensa y los defensores de derechos humanos.

Con 607 votos a favor, dos en contra y 73 abstenciones, los eurodiputados emitieron un texto que resalta uno de los grandes problemas del país, al que ubicó como el más violento del mundo para ejercer el periodismo. Además le solicitó al presidente mexicano que frene la “retórica populista” contra la prensa desde sus conferencias mañaneras diarias.

Y esto se dio en el contexto en el que en México han sido asesinados al menos seis periodistas en lo que va de este año según la ONG Artículo 19, y que desde que se inició este gobierno en 2018 a la fecha, 151 periodistas y defensores de derechos humanos han sido asesinados. El 95% de los crímenes no se resuelven, lo que ha sido otro de los motivos que alega el documento aprobado por los europeos para pedirle al Gobierno mexicano que actúe.

La respuesta mexicana se dio a conocer inmediato. En ella, en un inusual tono, la Presidencia de México acusa a los parlamentarios europeos de haberse sumado “como borregos” a la estrategia “reaccionaria” y “golpista” de quienes están en contra de su proyecto de Gobierno y advirtió: “No olviden que ya no somos colonia de nadie”.

El viernes 11 de marzo, el presidente de México dijo que él había redactado la respuesta. Este documento no pasó por el tamiz de la Secretaría de Relaciones Exteriores que se ocupa de atender asuntos de política internacional desde México y en favor de México. El canciller Marcelo Ebrard guardó silencio.

La política exterior de un país es de enorme relevancia para su propia estabilidad interior, para su estrategia de seguridad nacional, para el intercambio comercial, cultural, científico y tecnológico, para el uso de patentes, para la creación de acuerdos entre países en distintas áreas de interés común; para la solución de controversias por la vía del derecho internacional y la diplomacia para entenderse entre naciones. Cuando esas vías se cierran surgen los problemas y las dificultades para resolverlos.

Cada gobierno tiene su propia forma de entender y operar su política exterior. Hubo presidentes de México para los que ésta fue prioritaria, como ocurrió durante el gobierno de Adolfo López Mateos que estableció relaciones con países con los que México no las tenía…
México ha tenido diplomáticos de alcurnia en el mundo: Matías Romero, Isidro Fabela, Alfonso García Robles, Alfonso Reyes, Vito Alessio Robles, Luis Padilla Nervo… y tantos-tantísimos más. Durante mucho tiempo la política exterior mexicana era al mismo tiempo eficiente como el orgullo de nuestras instituciones.

México fue durante mucho tiempo el refugio de perseguidos políticos en países que salieron de la órbita democrática: chilenos, argentinos, españoles, guatemaltecos. Era un país de brazos abiertos para refugiados y perseguidos por dictaduras y guerras. En México se llevaban a cabo de forma constante reuniones de avenencia entre países o entre grupos opositores de algunos países. Todo en nombre de la diplomacia y eso mismo: “El respeto al derecho ajeno” y la “Doctrina Estrada”.

Hoy la manera de atender a esta política exterior adquiere formas particulares. Han ocurrido problemas, como con España, a la que la 4-T reclama una petición de perdón por hechos ocurridos durante la Conquista hace 500 años. No la ha habido y sí, las relaciones están en modo “pausa”.

Pasa frecuente con Estados Unidos, país con el que de forma constante hay la confrontación por la distinta manera de interpretar los problemas comunes; por la manera como se han dado las cosas en el pasado y porque durante los dos gobiernos recientes han ocurrido sometimientos y ahora discrepancias. Ya hemos dicho aquí mismo lo difícil de las relaciones entre México y EUA, y si a eso se agrega la ausencia de diplomacia todo se complica aún más.

Está el tema de Panamá, a cuya Canciller, Erika Mouynes, el presidente mexicano acusó el 1 de febrero de ejercer la “santa inquisición” por negarse a concederle el beneplácito diplomático al historiador mexicano Pedro Salmerón como embajador en ese país. O el caso de Austria que según el presidente mexicano se niega a devolver el Penacho de Moctezuma y que durante la visita de su esposa a aquel país para solicitar la pieza prehispánica contestaron de mala manera.

O el caso de Perú a cuyo país se anunció la visita del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O., para apoyar al presidente peruano que enfrentaba una crisis interna, lo que caló muy mal en el país sudamericano acusando a México de “intervencionista”… Hoy el conflicto es con el Parlamento Europeo.

Luego, a diversos países se ha enviado a personajes de la política y la vida pública para ocupar el cargo de embajadores o cónsules. Gente sin experiencia pero sobre todo sin interés por la política exterior y si por la política interior o resultado de esa política interior.

Cada gobierno tiene su forma de atender a su política exterior. El mandatario en turno la dota de su propia personalidad y le asigna la tarea operativa a un Canciller que se supone especialista en la materia. El tema es que todo lo que se diga y todo lo que se haga en razón de relaciones internacionales siempre traerá consecuencias para nuestro país, para bien, o para mal y eso no se debe olvidar en ningún momento.

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