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OPINIÓN

Aplausos, rechiflas y confrontaciones

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Como por arte de magia o, como quien no quiere la cosa, el jueves 1 de julio el partido Morena inició el proceso electoral con rumbo a las elecciones de 2024 en México; por lo menos así de abierto y sin pestañeos como ocurrió en el Auditorio Nacional de la CdMx, luego del informe presidencial de aniversario por el triunfo electoral en 2018.

No es que no lo haya hecho antes. Pero si se podría decir que hay un antes del 1 de julio de 2021 y un después, electoral. De forma es su tarea permanente: Ganar elecciones, y para ello compite de forma permanente luego del triunfo electoral de hace tres años.

Tampoco es novedad que el Ejecutivo de México participe en asuntos electorales desde entonces y en apoyo de su partido político: Morena. Algunos analistas mantienen la idea de que el mandatario vive en campaña, que no ha dejado de estar en proceso electoral e, incluso, acusan que es más candidato que presidente, aunque también refieren que apoya más a su 4-T, que al mismo partido: cosas diferentes –dicen- La 4-T es él; Morena es su apoyo como partido político. 

A lo largo de los meses ha expuesto sus ideas en nombre de “defender a la democracia de México”. El Instituto Nacional Electoral (INE) lo ha instado para que deje de hacerlo, sobre todo en los meses recientes con rumbo a las intermedias del 6 de junio pasado.

Es así que aun cuando no se llevaban a cabo las elecciones pasadas, ya se comenzaba a filtrar por ahí la voluntad presidencial –no explícita- por definir quién podría ser su sucesor y para ir midiendo reacciones sociales. Inmediato, algunos de los aspirantes comenzaron a mover las pestañas en señal de “por aquí anda la cosa”.

Y de pronto las huestes de cada uno apuntaban –sin decirlo- hacia el canciller mexicano Marcelo Ebrard, eterno aspirante a ser presidente; Ricardo Monreal quien ha sido el brazo armado presidencial en el Senado y hacia la Jefa de Gobierno de la capital del país: Clara Sheinbaum.

Además de otros que se sienten con piernas de jinete para ser parte de la elección final, o por lo menos estimulan esa idea para ganar prestigio imaginario, aunque la decisión última no vendrá desde el partido y su ‘consulta a las bases’ o desde una Asamblea nacional, sino al muy viejo estilo priista del dedazo. 

Con todo, aun no son los tiempos marcados por la ley electoral, supervisados por el INE en los que los candidatos y sus partidos echarán su cuarto a espadas para decir y prometer…

De todos modos, lo del jueves 1 de julio fue una especie de arranque en el que el Movimiento de Regeneración Nacional –Morena-, mostró músculo para gritar a los cuatro vientos “¡Aquí estamos!” “¡Somos los triunfantes!” y “¡Aquí está nuestro gallo!”…

Ese día, a modo de festejo, se reunieron en el Auditorio Nacional. La crema y nata de este Movimiento, estrellas, estrellitas y asteroides, estaban ahí y, por supuesto, muchos seguidores de trompeta y matraca. Aunque sí faltaron algunos pesos pesados…

Días antes, el presidente había mostrado su pública cordialidad hacia Claudia Sheinbaum; la apoyó con motivo de la caída del vagón en la línea 12 del metro –y que costó 27 vidas humanas–. La exaltó siempre que pudo.

La llevó a reunirse con el empresario Carlos Slim para hablar de la L-12, de la que salió que el empresario pagará la reconstrucción del tramo caído y que “los mexicanos no habremos de pagar nada de eso” (como si los mexicanos no lo hubiéramos pagado ya antes, durante la gestión de Marcelo Ebrard, pero se cayó.)  

La protegió de las críticas luego de que Morena perdió gran parte de las alcaldías de la capital del país, un bastión antes inexpugnable para la oposición. Y eso: muestras de consideración a raudales para la señora Sheinbaum… Y como ya se ha dicho, “la forma es el mensaje”, pues eso: los Morenistas captaron el mensaje…

En el acto festivo, mientras la jefa de Gobierno se llevó porras a oleadas en un recinto que estaba más del 70 por ciento de su capacidad, Mario Delgado, presidente de Morena, fue abucheado desde el inicio de su mensaje.

De hecho, Sheinbaum tuvo que intervenir, pidió a gobernadores en funciones y electos, que estaban también presentes, para que se acercaran y lo flanquearan como muestra de respaldo. Mario Delgado puede olvidarse de ser presidente de México.

Por supuesto no estuvieron presentes ni Marcelo Ebrard –que está fuera del país cumpliendo sus funciones de Canciller –se dijo—, como tampoco Ricardo Monreal. Como que sabían por dónde iría el asunto y prefirieron hacer mutis.

En todo caso a partir de ese día 1 de julio los Morenistas tienen ya a su candidata para la presidencia de México en 2021. Así se lo gritaban: “¡Presidenta-Presidenta!”. Los apoyos presidenciales habían causado su efecto… ¿por cuánto tiempo? Faltan tres años para entonces. La política mexicana es impredecible. Basta un pestañeo para perder el equilibrio ahí. Así que…

¿La oposición –lo que puede llamarse oposición en México–, ya se pusieron las pilas? ¿El PRI negociará con el presidente para hacerle su mayoría calificada cuando terminen sus pleitos internos artificiales o auténticos? El asunto es que ya todo está encaminado con rumbo a 2024. “Ya comienza la pelea, las apuestas ya gastadas…”

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