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“Reputación, historia y crédito”
Por Federico Pizarro Suárez
Se dice que la reputación de un hombre es su posesión más preciada, no debiera existir elemento más importante en el cuidado de la vida de las personas que lo que su trayectoria, hechos realizados, su lealtad y congruencia entre su pensamiento y el comportamiento ante todas las situaciones que ha enfrentado a lo largo de su vida.
La reputación según el diccionario de la Real Academia Española en una de sus acepciones, es el prestigio o estima en que son tenidos alguien o algo.
Por supuesto que ese prestigio o fama se va forjando y consolidando a lo largo de la vida, se nutre de nuestras actuaciones y posee la característica de extrapolarse a nuestra descendencia. En términos empresariales llega a formar parte de la forma en que el mercado nos observa y más aún como nos evalúa
Recordemos por un instante aquella historia mítica en que Don Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como el Cid Campeador, aun después de muerto fue subido a los lomos de Babieca, su fiel corcel, y apoyado por sus seguidores que creían ciegamente en su líder y bajo la experiencia que había mostrado en tantas batallas, lograron expulsar a los árabes hacia el mar, los cuales convencidos por los antecedentes de gran guerrero de Don Rodrigo y paralizados por el temor, fueron incapaces de dar batalla a los ejércitos de lo que hoy es España. Esta historia fue tan notable que además de casi lograr que el Cid fuera canonizado bajo la propuesta de diversos reyes, a la fecha es fruto de libros, películas y lo más importante el sentido de gloria para muchos de los habitantes de San Pedro de Cardeña, en donde está la tumba de este personaje.
Tristemente lo expuesto en los párrafos anteriores no está sucediendo en nuestra visión actual de la sociedad y la forma en la que estamos inmersos en ella, la percepción de éxito se basa en la capacidad generadora de riqueza material, lo cual no es incorrecto pero si la forma de conseguirla, todo esto viene a colación derivado de que en fecha reciente en varios de los foros en lo que me hacen el honor de invitar como consejero o analista de proyectos de inversión, se han presentado operaciones que provienen de empresarios que en fechas sumamente recientes se comportaron en forma desleal y abusiva contra sus compradores y las instituciones que en su momento tuvieron a bien apoyarlos con créditos para sus promociones.
Es curioso como al paso de algunos años esos personajes pasaron de no tener forma de terminar sus desarrollos y habiendo incumplido con clientes, proveedores y bancos, súbitamente se presentan con la tenencia de la tierra, ideas, nuevos proyectos e identidades renovadas solicitando nuevos créditos como si nada hubiera pasado o si la memoria y trayectoria no hubiera sido manchada por su ahora conocida actitud.
Por supuesto que todos tenemos baches, todos tenemos derecho a fracasar para volver levantarse y reinventarse, pero siempre manejándose bajo la educación y dignidad que la contraparte demanda.
En lo particular hago mía la concepción que Kim Woo Choong, fundador y director de Daewoo, la cual expone en sus libros y que dicta que “La mayor tontería que puedes cometer es manchar tu propio nombre, perder tu reputación es igual a perder tu nombre”.