Columna En Concreto
SALA DE ESPERA
TRANSFORMACIÓN
Gerardo Galarza
Este 1º de diciembre se cumplen dos años del inicio formal del actual gobierno de la República, aunque en los hechos empezó tres meses antes al instalarse el Poder Legislativo con absoluta mayoría de la fuerza política dominante, la del presidente de la república, quien ante la retirada silenciosa de su antecesor comenzó a tomar decisiones para el país como la “consulta popular” sobre el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, que se llevó a cabo del 25 al 28 de octubre del 2018.
Es cierto que un nuevo gobierno no puede cambiar a un país en un día, ni en un mes o un año. Sin embargo, en su campaña por los votos el actual presidente prometió que día siguiente de su triunfo México cambiaría; después la fecha se retrasó para el día de la toma de posesión, y más tarde la transformación prometida se ha ido aplazando ante la falta de resultados reales.
Bueno, ni siquiera las hechas ya en el ejercicio del poder: el 10 de octubre prometió que en un lapso de diez días su gobierno daría a conocer los fraudes que se cometieron en los 109 fideicomisos, con lo que justificó su desaparición; van más de 50 días y nos hay ninguna prueba pública. También prometió para este primer martes de diciembre un sistema de salud pública igual al de Dinamarca, Canadá o el Reino Unido, para lo que fue necesario desaparecer el Seguro Popular que ofrecía algún servicio a los mexicanos sin IMSS ni ISSSTE y fue sustituido con un presuntamente incorruptible Insabi, que nadie sabe qué hace. La promesa está vigente, así que podría ocurrir un milagro y el destartalado sistema de salud mexicano cambie radicalmente y sus habitantes tengan acceso a médicos, tratamientos y medicinas muy superiores a los que ya tenían los niños con cáncer o quienes padecen eso que llaman enfermedades catastróficas.
En dos años, la economía se ha transformado en forma notable: el Producto Interno Bruto (PIB) ha caído estrepitosamente; el desempleo sigue en su galope; la inflación ha crecido, por citar sólo tres indicadores. Los estados del país reciben menos participaciones federales. También la inseguridad y el número de homicidios y delitos suben a cifras nunca registradas. La ciencia, la cultura y el deporte padecen los recortes presupuestarios más grandes y graves de los años recientes.
La lista es extensa y el espacio se consume, pero habrá que anotar que la corrupción goza de cabal y renovada salud en un gobierno que dice combatirla.
Sí, el país se ha transformado. En serio. Compárelo usted mismo. Está peor.
El actual gobierno se ha justificado culpando a sus antecesores del “cochinero que nos dejaron”. Es probable que tenga alguna razón; lo increíble es de que luego del primer tercio del sexenio, los anteriores gobernantes sean los culpables del desastre de hoy.
Ya se sabe que el poder corrompe, y que el poder absoluto, signo del actual gobierno, corrompe absolutamente. Esto es resultado de la concupiscencia del poder, concepto que el escuché al recientemente fallecido Juan de Dios Castro Lozano, un hombre honesto.