OPINIÓN
LA PÓLVORA | SALA DE ESPERA
Algunos críticos del gobierno federal sostienen que no hay que perder el tiempo ni espacio en lo que ellos creen cortinas de humo, que distraen la atención de lo esencial, lo importante, lo trascendente. “No hay que gastar pólvora en Infiernitos”, como decían los clásicos mexicanos.
Es probable que esos críticos tengan razón. Pero para ello, es necesario definir lo esencial a combatir. Las batallas están ya aquí.
Es innegable que la gran apuesta del gobierno actual es su sobrevivencia y la regresión a los década de los años setentas y principios de los ochentas del siglo pasado.
Pero hay batallas que el gobierno quiere que se asuman como distractores o como quiera llamárseles, que son esencia de esa apuesta. Cuidado.
Para el próximo año son previsibles muchas de esas distracciones que no son tales, aunque sí su utilización: la campaña por la constitucionalmente inexistente “ratificación” de mandato presidencial y, en consecuencia, el ataque frontal contra la más poderosa institución garante de los derechos políticos de la ciudadanía, el Instituto Nacional Electoral (INE).
Otro asunto en la agenda impuesta por el gobierno, es la regresión en materia energética, que atenta contra el futuro del país, tanto en lo interno como en lo externo, con las graves consecuencias no sólo en materia ambiental, sino en la del intercambio comercial regulado por el acuerdo de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, lo que inevitablemente repercutirá en la inversión externa y la pérdida de empleos.
Y no será fácil. La prometida autosuficiencia energética no se conseguirá y no por la ineficiencia del gobierno, sino que se culpará a presuntos ataques externos a la soberanía nacional y habrá quienes, seguramente mayoría, lo creerán.
La embestida oficial contra el INE, -una institución surgida del reclamo y la acción de la ciudadanía contra el fraude electoral, que logró erradicarse desde 1997, pese a quien le pese, incluidos quienes hoy ejercen el gobierno gracias a una impecable actuación de ese instituto- lo será también contra cualquier órgano o institución que conserven un rasgo de autonomía, incluidas las de educación superior.
Hay más distractores que en realidad no lo son: por ahí de marzo deberá inaugurarse el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México “Felipe Ángeles”, en Santa Lucía, construido por albañiles, arquitectos e ingenieros del Ejército mexicano, con la “ayuda” empresas privadas y también fantasmas, contratadas sin licitación pública.
La inauguración oficial del aeropuerto, más o menos en la fecha que se pretende la consulta de revocación del mandato, podrá ser determinante para el país: un mayor empoderamiento de los militares y, ojo y mucho cuidado, entonces las soñadas precandidaturas de Morena podrían ser sólo eso: un sueño, porque el dedo presidencial no tendrá opción más que designar como candidato presidencial a un militar, lo que no ocurre desde 1952.
No es ninguna casualidad que el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval haya llamado a los ciudadanos a sumarse al proyecto político del actual gobierno, luego de haber sido condecorado, junto con el secretario de Marina, por el presidente de la República, durante la celebración del aniversario de la revolución mexicana.
La simple declaración pone en entredicho la institucionalidad del Ejército mexicano, hoy con suficiente capital político y también económico, para aspirar al poder o simplemente para también mandar al diablo a las instituciones.