Columna En Concreto
SALA DE ESPERA
NO A LA REGRESIÓN
Gerardo Galarza
Pese a todos los esfuerzos, con todo y el “modito”, personal de gobernar (¡perdón, don Daniel Cosío Villegas!), el propósito de restaurar la “presidencia imperial”, con palacio incluido, para acabar con los avances democráticos de México de un poco más de los 30 años recientes, no van viento en popa.
Luego de año y medio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador ya está claro –aunque haya todavía quien lo dude–, que el México del 2020 no es el mismo país en el que germinó, creció y se extendió el priismo más rancio, en el que se formó y añora el actual presidente de la República.
Afortunadamente, en el México actual ya hay quienes se resisten a regresar al país en el que ninguna hoja del árbol de la política nacional se movía si no era por la voluntad del Señor Presidente de la República, pese a que el de ahora sí cuenta con una mayoría obtenida en las urnas electorales, que sólo le ha servido para confrontar: si no estás conmigo, estás contra mí.
Pese a esos vientos en contra de la democracia mexicana, en estos días hay muestras de que el presidencialismo extremo del sistema político priista sigue muerto y enterrado, aunque los intentos por revivirlo vengan desde lo más alto de la pirámide del poder político.
El asesinato de un joven en Ixtlahuacán de los Membrillos y sus efectos en Guadalajara han provocado un abierto enfrentamiento entre un gobierno estatal y el federal, entre un gobernador y el presidente de la República, impensable e inaceptable –en el supuesto de haber ocurrido– en el sistema aquel en el que las horas del reloj nacional eran las que decidía el titular del Poder Ejecutivo federal.
El gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, ha reclamado públicamente al presidente de la República y a su partido político el presunto patrocinio de un grupo vandálico, que atacó principalmente el Palacio de Gobierno estatal, bajo el pretexto de hechos ocurridos… un mes antes.
No es la primera vez que Alfaro tiene diferencias con López Obrador. Las tuvo con el superdelegado presidencial, y recientemente con la Secretaría de Salud, por la importación de pruebas para el coronavirus y por no plegarse a las políticas federales sobre el tema.
Ya al inicio del sexenio, ante la desaparición de ProMéxico, los gobernadores del Bajío-Occidente (Aguascalientes, Guanajuato, Jalisco, Querétaro y San Luis Potosí) anunciaron que crearían su propio ente promotor de la inversión extranjera para sus estados.
Y horas después del reproche del gobernador de Jalisco al gobierno federal por la protesta vandálica, se efectuó, en Tequila, Jalisco, una reunión de los gobernadores de Coahuila, Colima, Durango, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nuevo León y Tamaulipas (todos del centro o norte del país) para conformar un frente común en el combate el COVID 19, inclusive con algunas decisiones que contradicen las del gobierno federal y exigir recursos y respeto para tales acciones que, en los hechos se convirtió en un apoyo político a Alfaro en su disputa con López Obrador y su partido.
No es la primera vez que un grupo de gobernadores se empodera así. En sexenio de Felipe Calderón, los gobernadores priistas de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) formaron un bloque para negociar con el gobierno federal y también para imponer (ante la ausencia del tradicional dedazo) a su propio partido el candidato presidencial: Enrique Peña Nieto, miembro de ese grupo como gobernador del Estado de México, y a la postre presidente de la República.
Hoy, la pandemia y la violencia han mostrado que la joven, endeble y menospreciada democracia mexicana está viva; que las luchas y los votos de miles, millones, de ciudadanos (no cruza-boletas) por muchas décadas, no está muerta; que está dando nuevos frutos, verdes y pequeños quizás, pero frutos al fin.
El intento de restauración –que por supuesto seguirá– del presidencialismo del viejo priismo encara lo que ningún presidente-emperador enfrentó: ciudadanía o, al menos, ciudadanos, quienes ya aprendieron la lección. Es una nueva etapa del país. Y sí, el triunfo de su lucha depende de muchos, muchísimos más. Ya se verá.