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JUGAR A LA DICTADURA | SALA DE ESPERA

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En los tiempos del priato la voz popular los llamaba “levantadedos”. En la Cámara de Diputados no había sistemas de votación computarizados y digitales; sus miembros debían levantar el dedo para emitir su voto, ya fuera éste de manera nominal o “económica” (todos votando colectivamente). Y el Senado era un cementerio de mamuts políticos.

Es la historia de los legisladores priistas, que hoy goza de cabal salud bajo otro nombre partidista, el de Morena, el partido del presidente. La restauración ha acabado con una primavera que no llegó a producir flores democráticas.

Hoy, como antes, a las iniciativas presidenciales no se les toca ni son el pétalo de una coma. No es ni hipérbole ni tampoco metáfora. El presidente, titular del Poder Ejecutivo, lo ha pedido públicamente a los miembros de su partido integrantes del Legislativo hacerlo, y ahora también ha recriminado a miembros del Poder Judicial de no seguir sus órdenes.

El presidencialismo priista en su máxima expresión.

El más reciente ejemplo es la iniciativa de reformas legales para sumar a la Guardia Nacional al Ejército, aprobadas ya por la mayoría morenista en la Cámara de Diputados.

La incongruencia cínica de un presidente y sus seguidores que como opositores criticaron a los gobiernos anteriores de usar a los militares en las labores de seguridad pública y contra el crimen organizado. El incumplimiento absoluto de regresar a los militares a sus cuarteles y de un mando civil para la Guardia Nacional.

En las redes sociales muchos ciudadanos han recordado y publicado tuits del presidente y de los miembros de su gobierno y de su partido criticando la militarización del país… de otros gobiernos. Las justificaciones son malos chistes.

Hoy, en el cuarto año del actual gobierno, el Ejército sigue en las calles y además construye obras públicas, controla logísticamente políticas de salud pública como la vacunación contra el covid, obtiene y concede contratos de obras públicas, tiene poder como nunca en el país.

De seguir esta tendencia muy pronto los militares mexicanos están actuando la vida política nacional. ¿Formarán su propio partido político o en Morena tendrán cabida como sector o tribu? ¿Cuántos serán candidatos a puestos de elección popular en el 2024? La maroma, la justificación será: los militares son ciudadanos y como tales tienen el derecho constitucional de actuar en política. ¿El secretario de la Defensa Nacional es también corcholata del presidente de la República en el juego de la sucesión? ¿Es el real tapado? Ya tenían el poder de las armas y ciertamente han sido institucionales, pero ¿resistirán a

la ambición del poder político, que conlleva el económico?

Malas horas futuras para el país. El tiempo nublado anuncia tormentas. ¡Cuidado!

En una real democracia, el Poder Legislativo, el Congreso, el Parlamento es un baluarte frente a esos delirios de poder.

En México nunca lo ha sido. En julio 1979, ante la rendija que fue la reforma política de José López Portillo, el doctor Rafael Segovia, politólogo con fama de ser el padre de la ciencia política en México e investigador de El Colegio de México, dijo en una entrevista con el reportero Elías Chávez, en la revista Proceso:

“Nuestra Cámara de Diputados no ha tenido muy buena fama en términos generales, y con frecuencia se le ha considerado incompetente, servil, incapaz de enfrentarse a los problemas que le corresponden (…) La Cámara tiene que ser una institución política actuante, que realmente examine, modifique, enmiende, apruebe y rechace los proyectos que le envié el Ejecutivo…”

Hace 43 años y ahí seguimos: las comas se convencieron de que sus pétalos son un desperdicio. Se está jugando a la dictadura militar.

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