OPINIÓN
Ciudad Juárez, el sueño perdido
A las 21.30 horas del lunes 27 de marzo, un “albergue” para migrantes que esperan cruzar hacia Estados Unidos de América, fue incendiado; encerrados tras rejas y con candados, los ciudadanos centroamericanos y sudamericanos no tuvieron escapatoria. Nadie los ayudó. Nadie los auxilio.
Los encargados del lugar los dejaron morir solos… quemados, asfixiados… en una de las muertes más dramáticas y dolorosas por las que un ser humano puede perder la vida.
A los agentes encargados del lugar nada los conmovió. Nada los detuvo. Nada los impulsó a brindar auxilio. A salvarlos. A sentir que tanto humanos son unos como otros y que todos tienen –tenemos- derecho a la vida y a cumplir nuestros sueños, así sean peligrosos como los que tenían cada uno de los 39 muertos: su anhelo fue querer encontrar el famoso-ilusorio-engañoso Sueño Americano.
Los migrantes huyen de sus países porque quieren ser felices. Porque quieren encontrar la tranquilidad prohibida. Porque peligran. Porque tienen hambre ellos y sus hijos. Porque los persiguen. Porque los acosan. Porque los marginan. Porque tienen ganas de vivir ‘como Dios manda’. Los seres humanos no salimos de donde somos felices. Ellos no son felices…
Pero, hay un mayúsculo ‘pero’ para centroamericanos, sudamericanos y otros países: Para llegar a Estados Unidos –su país de ensoñación y de oportunidades y de dinero para mandar a la casa y que se solucionen los problemas–, para llegar allá hay un grave y peligroso problema: cruzar por México para alcanzar la frontera con EUA.
Y ya hace más de un siglo lo dijo Ambrose Bierce, el periodista, escritor, poeta estadounidense que llegó a pie, a México, a través de Ojinaga, ,Chihuahua: “Ir a México es cometer eutanasia”. Nunca se supo de él. Lo único que se sabe es que luego de una batalla militar durante la Revolución Mexicana, se encontró el cadáver de un hombre sin identificación y al que se clasificó como “Gringo viejo”.
El gobierno mexicano, al iniciar este sexenio, prometió un paso seguro y asegurado para los migrantes que quisieran llegar a México o cruzarlo. Se les prometió, incluso, que se les daría trabajo y apoyos de vida. Y dicho y hecho, a pesar de que durante el gobierno de Enrique Peña Nieto (Diciembre 2012-noviembre 2018) comenzaron las grandes caravanas de migrantes a nuestro país…
… Fue precisamente ante ese llamado del gobierno de la 4-T que comenzaron a llegar a México caravanas incontenibles con miles de hombres, mujeres, niños, ancianos que salían de su país con lo indispensable en una mochila a espaldas y con el único fin de llegar a Estados Unidos.
Pero fue en esos momentos cuando se supo de la incapacidad del gobierno de México para controlar esta avalancha de seres humanos. Y esa incapacidad llevó a que a menudo los migrantes fueran maltratados dentro del mismo servicio de migración o fueran asaltados por delincuentes para robarles sus pocas pertenencias, para sustraerlos de su marcha y convertirlos al crimen organizado, para violar a mujeres o prostituirlas… Y mucho más que significaba ese infierno de cruzar México.
El Instituto Nacional de Migración (INM), dependiente de la Secretaría de Gobernación, ha sido incapaz de dar sentido humano a estas llegadas de migrantes; incapaz de controlar a su propia gente que´, por excepción, se convierten en enemigos y verdugos de los y las migrantes. Por supuesto no es la generalidad de estos trabajadores y sí, eso: la excepción; pero ahí está también el problema.
Y a lo largo de los días, semanas, meses, años se advertía de esta irregularidad. Y aun así, el gobierno mexicano se plegó dos veces a las exigencias del gobierno de Estados Unidos para mantener en territorio mexicano a los migrantes que querían tramitar su asilo en EUA.
Primero con Donald Trump, el gran “amigo” del Ejecutivo mexicano, quien amenazó con sanciones arancelarias si México no mantenía a los migrantes en nuestro país; luego con Joe Biden, con quien se comprometió a mantener en México a un número insalvable de migrantes…
…Sin contar para ello con los servicios y los requerimientos vitales para su permanencia aquí; y sobre todo no está en capacidad de garantizar su seguridad y sus derechos humanos.
Lo sabía el gobierno mexicano y aun así aceptó la responsabilidad, para evitar conflictos con EUA, a costa de generar un serio problema dentro del país, de convivencia y de seguridad y derechos humanos para los migrantes.
Esa incapacidad mostró a su vez otro rostro maligno: la insensibilidad, el abuso, la corrupción y la falta de humanismo de un gobierno que se dice humanista. Muchos migrantes muertos han ocurrido en los años recientes; muchos desaparecidos; muchos otros convertidos en delincuentes a fuerza… Y todos en el gobierno federal, estatal y municipal lo saben y miran para otro lado.
Cuando ocurrió la tragedia de Ciudad Juárez se evidencia otra tragedia: la de la irresponsabilidad del gobierno federal para reconocer y asumir su propia obligación en todo esto. Y –ese mismo gobierno– ya quiere exculparse y busca culpables entre la gente común, la que recibe órdenes, la que cometió faltas graves pero que no son los responsables finales.
Y ocurrirá con esto lo mismo que en el caso de la Guardería ABC. Lo mismo que ocurrió con la caída del vagón de la línea 12 del metro en CdMx. Lo que ocurre día a día en la comisión de delitos que se ocultan bajo la sombra del “es un buen funcionario” o “fue engañado”. Nadie fue culpable, dicen. Y ahora esos responsables quieren ser presidente.
“¡Justicia!” le pidieron migrantes al presidente mexicano a su paso por Ciudad Juárez el 31 de marzo. “¡Justicia!” exigen desde otros países por sus muertos. ¿Habrá Justicia?… ¿Se castigará a los responsables-responsables que podrían algunas de esas “corcholatas” tan queridas para la perpetuación del régimen actual? ¿Qué ya no son lo mismo que antes? ¿Habrá justicia? ¿De veras?
En Ciudad Juárez se perdieron 39 sueños, que son miles-miles-millones de sueños… ¿Qué sigue?